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Entre Anales e Historias: La Visión de un Imperio
Tácito, cuyo nombre completo fue Publius Cornelius Tacitus, es uno de los historiadores romanos más prominentes y perspicaces de la antigüedad. Nacido en el año 56 d.C., Tácito emergió como una voz crítica y meticulosa en el registro de los eventos políticos y militares del Imperio Romano durante los reinados de los emperadores Julio-Claudios y Flavios. Su obra, caracterizada por una prosa vívida y una atención meticulosa al detalle, ofrece una visión penetrante de la política, la sociedad y la cultura de su tiempo.
Tácito es conocido principalmente por sus dos obras más destacadas: “Anales” y “Historias”. En “Anales”, Tácito narra la historia de los reinados de los emperadores desde Tiberio hasta Nerón, explorando los intrincados juegos de poder y las intrigas palaciegas que caracterizaron este período tumultuoso. Por otro lado, en “Historias”, se adentra en el caos y las luchas de poder que siguieron a la muerte de Nerón, durante el período conocido como el Año de los Cuatro Emperadores y la posterior ascensión de la dinastía Flavia.
A través de sus obras, Tácito no solo proporciona una crónica detallada de los eventos históricos, sino que también ofrece una reflexión profunda sobre la naturaleza del poder, la corrupción política y los altibajos de la fortuna humana. Su escritura, marcada por una aguda percepción y una crítica sutil, lo convierte en una figura fundamental para comprender el mundo romano del siglo I d.C.
Frases célebres de Tácito
Raros son esos tiempos felices en los que se puede pensar lo que se quiere y decir lo que se piensa.
La felicidad comprada es siempre sospechosa, y en general de breve duración.
Ama y haz lo que quieras.
Si callas, callarás con amor;
si gritas, gritarás con amor;
si corriges, corregirás con amor;
si perdonas, perdonarás con amor.
Cuánto más corrupto es el estado, más leyes tiene.
El arte de vencer las grandes dificultades se estudia y adquiere con la costumbre de afrontar las pequeñas.
Los hombres prefieren pagar un perjuicio a un beneficio, porque la gratitud es una carga, y la venganza, un placer.
Una muerte honrosa es preferible a una vida vergonzosa.
La verdad se robustece con la investigación y la dilación; la falsedad, con el apresuramiento y la incertidumbre.
Una mala paz es todavía peor que la guerra.
La veneración crece con la distancia.
Dada la debilidad de la naturaleza humana, los remedios son siempre más lentos que los males.
Estamos corrompidos por la prosperidad.
En la naturaleza del hombre está odiar a quienes ha ofendido.
Por buena tiene esta vida quien no la conoce.
El poder nunca es estable cuando es ilimitado.
El oro y las riquezas son las causas principales de la guerra.
Una mala paz es todavía peor que la guerra.
Las cualidades de un general son el juicio y la prudencia.
Las libertades y los amos no se combinan fácilmente.
La naturaleza concede libertad hasta a los animales.
Quien se enfada por las críticas, reconoce que las tenía merecidas.
Para quienes ambicionan el poder, no existe una vía media entre la cumbre y el precipicio.
En un espíritu corrompido no cabe el honor.
Las artes propias de un general son el juicio y la prudencia.
De la misma manera que la Naturaleza dio la luz y el día a todos los hombres, así ha dejado abiertos a los valientes todos los países.
No hay atractivo en lo seguro. En el riesgo hay esperanza.
Es un error de la maldad humana alabar siempre el pasado y desdeñar el presente.
En las fortunas modestas, los peligros son menores.
En un espíritu corrompido no cabe el honor. Una vida honesta redime una vida torpe.
El poder conseguido por medios culpables nunca se ejercitó en buenos propósitos. El poder no está nunca seguro si es excesivo. Para quienes ambicionan el poder no existe vía media entre la cumbre y el precipicio. Nadie ejercitó jamás bien un poder conquistado maliciosamente.
Persiguiendo a un escritor se aumenta su prestigio.
A todo lo desconocido se lo tiene como maravilloso.
Razonamiento y juicio son las mejores cualidades de un dirigente.
El conocimiento de muchas artes nos es muy valioso, aunque nos dediquemos a otras actividades.
La condición más injusta de las guerras es que todos se adjudican la victoria, y la derrota se imputa a uno solo.
Mientras haya hombres, habrá vicios.
Yo creo que el principal objeto de la historia es que las excelsas cualidades de los hombres no se pierdan en el silencio, y, por el contrario, que exista el temor de incurrir en la reprobación de la posteridad por las palabras y hechos innobles.
Todas las cosas que ahora reputamos consolidadas por su antigüedad, fueron novedades; y lo que hoy sostenemos por el valor de sus precedentes pasará a ser cosa ejemplar.
No hay que fiarse nunca de una potencia demasiado grande.